lunes, 23 de mayo de 2011

Ingenuidad

“La ingenuidad equivale a un sueño lleno de regalos” dijo Manuel Vicent en un artículo del diario “el País”.
En el fondo todos buscamos esa ingenuidad que nos hace confiar plenamente en algo o alguien, sin preguntarse el porqué.
Cuando somos pequeños, esa inocencia infantil es la más característica, esa que hace que la noche del 5 de enero nos vayamos a la cama confiando en que al día siguiente, esos tres reyes magos en los que creíamos nos hubieran dejado un regalo. Pero esa felicidad se vio truncada cuando un niño resabiado nos cuenta la verdad, esa es una de nuestras primeras caídas.
A medida que crecemos, vamos cayendo más veces en nuestro camino de la vida, pero son esas caídas las que nos hacen más fuertes y hacen que cada vez desconfiemos más y más en los demás, y que nos veamos obligados a comprobar las cosas.
Pero dentro de esa desconfianza “adulta” podemos confiar plenamente en personas que nos han demostrado que son de verdad y no nos han dado motivos para su desconfianza.
A veces la ingenuidad nos hace falsamente felices. A pesar de saber la verdadera realidad, queremos refugiarnos en nuestro mundo en el que queremos que todo sea favorable, es decir vivir en ese “sueño lleno de regalos” citado al principio.
“Miénteme, dime que me quieres” le suplicó Joan Crawford a Sterling Hayden en la película Johnny Guitar. Miénteme y dime que a pesar de los malos tiempos que corren, no acabaré agachando la cabeza y tragando al final con todo, sonriendo a los poderosos imbéciles e infelices y dando la razón a los que siempre se la quité.
¿Para que mentir? ¿Para que engañarse y rechazar la realidad?
A veces ese engaño nos hace felices pero también se puede ser feliz afrontando la realidad de manera que cada uno la haga subjetiva en función de sus gustos, opiniones o pensamientos.



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